domingo, 27 de mayo de 2012

Sus incuestionables placeres

  Levemente, como un susurro del destino, suena Kuro.

  El fuego se eleva, como las rocas en manos limpias dispuestas a ensuciarse.

  La sal es tan imperfecta que transforma sus descuidos en una especie de belleza desordenada. La diversidad de sonidos confluye en un solo suspiro que sale de su boca. Uno solo, radiante y oscuro.

  El pelo cayendo al contacto frontal, mientras la cabeza de su alma se proyecta contra el suelo. No es cansancio ni decepción, es placer. Es la sentencia de lo eterno confluyendo con sus ojos al cerrarse.

  Las manos ásperas y resecas, como hojas que por extraña conmoción no se quiebran. Sobreviven al mandato natural porque fomentan la vida en lo pasivo del otoño. Es como pintar un cuadro con colores arrebatados en un día religiosamente gris.

  Cuando el sentido intercostal explota se paraliza el tiempo. Imaginen algo sencillo: una mujer de rodillas sobre una cama, encorvando su especie hacia atrás. No hay nadie más, solo ella y el conjunto de sepias que disfrazan la escena. En un determinado momento de quiebre el cuerpo no resiste más y explota. Pero no literalmente, sino de manera poética; es sensacional.

  Es un grito de libertad plasmado en la separación de las extremidades, partiendo desde un centro y hacia puntos con una lejanía equidistante. Un estiramiento profundo que ubica cada cosa en su lugar.  Luego el fin.

 …


  Mientras tanto, por acá, voy guardando mis alas. La marea se mueve constante, y sería bueno dejarse caer, soltar su mano y cambiar de desorden.

lunes, 21 de mayo de 2012

Solo mientras se desgarra.



Y un día se va todo a la mierda. La madera se vuelve triste y los perros no sonríen.

Dejé el papel, de pronto. Abandoné la necesidad de tapar espacios con letras, olvidé el propósito y la pasión. Libre o liberado.

Por estos días me importa muy poco si las flores se desangran o si los fantasmas te espantan como antes. Me da igual si tu cuarto es blanco o si vuela gente por encima de tu cama. Ya no me aferro tanto a tus uñas coloreadas o a tu levitación representativa”.

Sentado en un cantero. Calesita, de frente…“traicioná de una vez al dolor”.

Tonto enamorado, tonto atormentado.

martes, 8 de mayo de 2012

Todo tan frío



Salí a la calle con un pañuelo en el cuello y un resfrío que compré esta semana. Desafiante, raso e inventivo. Era un lindo día para desentrañar artilugios.

Miré mis manos y no solo llevaba una uña negra, sino también rastros de pena; palabras vacías que dije y recolecté un par de días atrás.

Acepto mis errores y mi papel en esta novela. Por eso me dirigí sensato y adulto a su encuentro.

Todas las ocasiones, en las que tengo que desviar mi verdadero proceder, me toman de payaso. Suelo desempeñarme hiperactivo y complaciente.

Un beso en la mejilla, seco e invernal por fuera. Doloroso y apenado en sus entrañas. Lo sentí.

Más tarde mis pies me llevan cerca de las letras ordenadas. En el camino se provoca un cruce, dos miradas errantes. Invierno sin abrazos, como una pulsera rosa deshilachada y abrazada por un reloj.

Al mirar por la ventana vi nubes, pero no con alegría. De hecho me angustió el gris del pincel, y yo a sus espaldas, peleando contra mis pies y mis ganas.

Nadie dijo que sería fácil, nadie dijo nada. Ese es el problema, no decir nada. Pero no por incómodo es menos real. Es tan real como su sonrisa.

El frío pasa, termina. Pero dura una eternidad cuando no hay abrigo que lo aleje, y es el caso. Solo tengo mi mejor mueca y el café.

Las palabras pueden escasear, pero siempre habrá para ella un gesto de ternura y de deseo respetuoso. 

Siempre quedarán las ganas de regalarle, todas las mañanas, un piropo disfrazado de llovizna. Aunque mi postura comunique indiferencia ella sabe que mis ojos le desean un buen día.

No deja de apenarme la distancia, el frío. A pesar de todo, siempre la miraré para darle calor.




“Los pájaros no vuelan apresurados, sino hermosos y pacientes”.