miércoles, 28 de marzo de 2012

Mareado, serpentinas


Al día de hoy la pared de mi habitación se viste más blanca que mis recuerdos. La cama a mi izquierda y tu foto dándome la espalda.

Por estos campos hace mucho frío, es la maldita antesala a las cortas visitas del inmaculado sol. Las noches son tan negras que se mezclan con tus pupilas…eso sí, tus pestañas resaltan con el café de las nueve.

Tanto diario, banqueta y populismo; tantas horas sin robarte algo, un paseo, una sonrisa, un huracán.

Prendo el calefón y saludo al cenicero. Monedas… ¿Dónde carajo dejé las monedas? Vaya uno a saber. En el ínterin de comenzar una contienda sangrienta, con un amanecer de mierda, recuerdo cuando me dijo “amo a coiffeur en la mañana”. Entonces me dispongo a recordarla, al son de “…vayámonos de casa, donde nadie nos busque…” Es que, aunque lo quiera o no, ella siempre es un “buen día con canciones”.

Tardo poco. Escaleras, la cara bien dura y empiezo a firmar todas las paredes posibles. Las del frente, las de abajo, las del baño, los cristales…creo que solo queda su frente. No importa, sino los ve es porque no quiere…porque no me quiere.

La tarde es larga como “la cantata”, pero no tan bella. Quizás es porque hoy te ausentaste en la “clase de risas”.

Se me escapan las manos, les hace falta un calendario.

Al verte lo recuerdo. Tu jean está roto, deberíamos dejar de fumar. Pero está flotando la lluvia. Es que este amor es tan cliché.

No importa el color del piso, deberíamos correr por la cornisa y comprarnos un millón de caramelos. 
Rojos y anaranjados, como los que vi pegados en la pecera. Ahora que lo pienso, vos también los viste. Es más, los oliste, tocaste, oíste, soñaste, puteaste y amaste. Bueno, todo esto si grafico tu mordida.

Nada es gratis…solo dar y darse.                                            





miércoles, 21 de marzo de 2012

Un vaivén


Rey de colores, de hojas muertas que se quiebran…como yo.

Mientras tanto el verano, que rápidamente se enchufa las alas, se va a gritar a otra parte, lejos de la calma de tus ojos. Es cobarde, y se refugia en el frio que trae el viento, asomando sus piernas disfrazadas de otoño.

Luz tardía y millones de preguntas sin hacer, dan vuelta mis esquemas mientras levanto el amarillo de los árboles, recostado en la calle…ahí, cerca de donde cruzan los amores.

Los faroles trabajan más temprano que ayer, recorriendo cada centímetro en el que el sol deje un beso de montaña.

Ofuscados, los pañuelos se despiden de la comodidad que les ofreció el ropero. Vuelven a intoxicarse con perfumes de canela, puentes colgantes, serpientes y sales celestiales. Y como si fuera poco, recuerdan el dolor provocado por tus uñas coloradas, arrancando de cuajo cada uno de sus hilos…cada una de sus risas.

Por encima de mis rodillas un corte horizontal determina la muerte de mi abrigo. Negro, ajustado, malcriado pero tranquilo. No hay sombrero que me cubra de tus locuras, ni sabana me prohíba acariciar tus pies.

Un piano del año 2003 me pide que “saque los cuchillos”. ¿Qué me vaya? ¿Qué me quede? ¿Qué te mate? No sé bien que quiere, pero está tan seguro de lo que desea que no se atreve a desafinar. Quizá simplemente me esté enseñando eso de “encontrar lo que uno busca”, y compara su melodía sin fisuras con mi constante desparramo.

Destemplado, arriba del colectivo, me pregunto si disfrazarme de pingüino servirá para tapar la nieve que sale de tu boca.

Una hoja que resbala varios metros hasta mi ventana. Me viene a traer un reclamo. Dice que si no salgo a respirar las notas del aire se olvida de mí. Me deja, se va con otro año, se quiebra, pierde el color, se ríe y luego vuelve a revolver su café, lentamente, de derecha a izquierda, de rojo a cielo.

Se acercan las noches de whisky, tabaco y gorros de grandes lazos mareados. El frio es sinónimo de sensaciones, dolorosas algunas, imperdibles otras. Ojos bien bajos para no perder claridad, para enfocar tus pestañas y hacerles saber que acá estoy, sin guantes ni "asesinos de lluvia"...con abrazos de sobra.

"Donde pernoctan nuestros colores"





jueves, 15 de marzo de 2012

No ha muerto la poesía



Han muerto los niños que beben agua de las acequias.

Han muerto los pájaros cantores que con su regocijo hacían brillar el alma.

Han muerto los árboles ancianos, de perfume amarillo y zancadas largas.

Han muerto tus piernas, enredadas entre mis miedos y mi caballerosidad.

Han muerto las alturas, de montaña o ultramar.

Ha muerto la canela…que se van con las gerberas, esas que algún otoño volverán.

Ha muerto el agua mojando tu boca, mientras tus pies derrochan liberación.

Han muerto las fotografías, dejando el papel para pobres escritores.

Han muerto los hombres simples, que esperaban a las mujeres, portando un café espumado y los dedos 
bien separados (para entrelazar amor y energía).

Han muerto los interrogantes, los misterios que escondes bajo tus senos.

Han muerto las personas que enarbolan ideales, corriendo sin tiempo.

Ha muerto el despertar en tus mejillas, los míseros recuerdos de un almohadón “azul enero”.

Ha muerto el claro oscuro…el de los hermanos.

Han muerto las brazas tibias. Empatía entre la tierra y la carne.

Han muerto las libertades: de soltar un globo, de beber tu gracia, de alegrar las plazas...

Ha muerto lo clásico de la música, el sentido de “ser canción”.

Han muerto las plumas del zorzal, que secaban las lágrimas de tus ojos negros (…me quieren mirar).

Ha muerto la explosión de color en tu pincel. Tanta pérgola enviudando y yo cinéfilo.

Han muerto los acordes de la gente que desfilaba sonrisas, hoy las caras son de piedra y las manos de ceniza.

Han muerto los amantes, del teatro en blanco y negro…del danzar al son del sol.

No ha muerto la poesía, solo escasean los cojones a la hora de ser felices.



“A la vera de tu espalda sigo escribiendo en las noches, aconsejado por cada gota de lluvia.
Más amor, menos paraguas.”






jueves, 8 de marzo de 2012

Tu nariz contra la mía


Lucha, contienda y tiradera.

Vale la pena malgastar la salud en amor y sueños miles, esos de escribir  un cuerpo o pintar el pasto. Por lo menos cuando te tengo acurrucada.

Tirar la toalla cuando no hay donde dejarla es provocar una avalancha en el cerro del Olimpo. Es dibujar una fractura entre tus párpados caídos.

Y la ciudad se pone lenta, adoquinada y morena, por falta de luz y besos. Pero ya van a despertar, quizás es muy temprano.

No importa la pérdida de ubicación, si de todos modos vamos. Por ahí, por acá o por allá, es lo mismo si me lleva tu vaivén descaminado.

Adicciones tengo muchas, insalubres la mayoría…pero la de las plazas es la más grave. Cuadradas, con curvas, deshabitadas o frondosas. Me dan exactamente igual, aunque prefiero el banco de “Los Ángeles”, el de la primera vez.  Otros nos dan incomodidad asegurada, pero también resguardo nocturno totalmente enemistado con la soledad.

“Las despedidas son”…que oportuno Carlos, como me cuida y me acompaña. Nadie me creería la veracidad de la ubicación simultánea de tiempo y espacio entre este pedazo de poesía y la guitarra “engualichada” de Skay. Bueno, los mejores amigos están cuando uno más los necesita, aunque a veces de manera indirecta. “Debe ser chaparrón, pero también tormenta…gualicho de olvidar”.

Un poco de azúcar color barro, otro poco de fútbol y una pizca de caricias.

El papel llegó después de un intenso mareo. Mis dudas no dejaron de empujar la calesita, hasta que escucharon lo gracioso y exacta que fue la pluma. A veces los miedos y los impulsos hacen las paces en la mesa del sentimentalismo.

Vas al aire, vas alto colgada de mi cuello. Vas más cerca del suelo marcando mi espalda cuando quiero pisar una botella. Vas por las sombras corriendo sin prisa. Vas al odio cuando tus cosquillas me prohíben tus rodillas. Vas al amor cuando llegamos a la esquina. Vas.

lunes, 5 de marzo de 2012

La cabeza se me estira...


Un fuego que se pierde como las tardes sin amigos.

Un tipo que camina insensato y deslucido, pergeñando la comida de mañana. Tantas horas va a pasar explicando a su pescuezo cosas que no tienen sentido, que se va a cansar y tarde o temprano va a morir.

Y bien que le haría, ya no le dolerían ni las muelas ni sus torpezas. Sería un niño de caramelo, certero y perspicaz.

Eso sí, no dejaría jamás de ser pedigüeño.

Tiraría por la borda cinturones y galletas de chocolate. Saltaría de un risco a las praderas de la paciencia; esas que vemos en las películas viejas.

Un carnaval de colores tibios, tímidos…de cuarta, donde también pululan las almendras y las mujeres desgarradas por la obra del algún autor.

Música desnuda, flores jugando a ser el sol y magia convertida en tazas de café irlandés.

Puertas amarilla, o doradas…algo así. Encubriendo mentiras celestiales y pudorosas, primas del pudor y la ingenuidad del ’66.

Caminaría con las manos, saludando a los árboles que con “cara insatisfecha”, por no haber sido regados a tiempo, mojarían su cadera con un trueno hecho rama seca.

Los testigos serían celestes y bien nacionalistas, por lo que defenderían de manera tosca sus carretas de cristal.

Al final del camino un puente joven, algo inexperto y testarudo. Filas de azúcar y gorriones con un cárdigan bordo, de filetes azul sereno.

Alguien te puede preguntar “¿A qué viniste?”. Lo mejor que podrías hacer es dejar la maleta y salir corriendo…detrás del corazón en cuarentena que venís persiguiendo hace ya tiempo, hace ya muchos solsticios.  

domingo, 4 de marzo de 2012

Ideas constipadas


Pisas un charco y los pies se hacen agua, mientras las manos no estén llenas de escarcha.

Casi las tres, y un paño rojo que generalmente trabaja de limpia gafas me mira, recostado sobre la base de la imagen.

Casi las tres, casi que te olvido.

Los cigarrillos me cobran cada día un soplo más de inteligencia. Claramente estoy limado, del bocho y la paciencia.

Serios problemas pueden darme tus horarios, más cuando no uso reloj. A mí no me importan los minutos, ni las horas, ni tu amargura.

A mi derecha hay dos tipos, uno naranja y el otro azul. No sé si están ebrios o cansados, porque ninguno de los dos está parado. Ahora que los veo bien son de papel y tienen alas…para qué mierda se quieren parar.

A esta hora de la vida mis parpados, inferior y superior, se quieren juntar a charlar…estoy deshilachado. 

No me soportan ni mis ojos. Es que hoy dejé caer muchas ramas en mi cabeza, no pesadas pero complicadas.

No me sale un solo soneto, verso, estrofa, estornudo…nada. Ni el sueño me quiere ver.

Bueno, supongo que hay días en los que la poesía no te ata los cordones. Voy a caminar descalzo, hecho una pizca de azúcar. Aburrido, insensato, filántropo, decidido, detestable,  maltratado.

Equivocado.