miércoles, 20 de junio de 2012

Merezco un soplo de tu aire



"Coquetear con tu locura y el fantasma de tus venas, o con lo que corre por ellas."







De paseo por la feria de tus ganas,

de maleante a trovador de tus virtudes.


Me siento atolondrado,

me siento empedernido,

me siento en tu silencio

y me arrodillo en tus lunares.


Que malgasto mis ojeras,

que persigo un imposible.

No me fio de esta vida,

menos de tus manos acuñadas.

Pero tengo un son de viento,

una caricia de otro mundo

que proviene de tu axila,

de tu seda y tu sonrisa.


No sostengo esta mentira,

no creo en mis errores

ni en las olas sin espuma.

Pero tengo un antídoto de flores

que guardaste en mi garganta.

Se sostiene impredecible,

se agiganta a cada cruce

de tu boca y mis palabras.


Salto de tus perros a mi fe.

Caigo rendido en sinsabores.

Pero puedo agarrar tus piernas,

presionar contra tu estómago

y besar tus esperanzas.


Tengo la canción con la que podemos dormir sin responder al llamado,

Tengo la canción para mirarnos y no ver más allá.



domingo, 10 de junio de 2012

Un vestido color zamba



Voy a fundar un cielo nuevo.

Uno que tenga la voz de tu cuello.

Los días irán de rojos a eternos,

Y allí vivirán canciones y un juego.


Ataré tus pies a la copa de un árbol

y cosecharé tu amor, desde abajo.

Yo te abrazaré con risas de luna,

podremos brindar con vino de lluvia.


 Flotar por el aire, escaparle al baile…para ir a fumar.


 Tu camisa maniatada,

mis ojeras infectadas…

ya no robamos madrugadas,

más bien mañanas resfriadas.


Un pájaro autista custodia la entrada

y solo deja entrar a quien roba mis “mañas.

Tu suave nariz. El clamor de tu espalda.

Cuando te reis…te amo, niña rara.


Flotar por el aire, ir con vos al baile…escapar a fumar.

martes, 5 de junio de 2012

Salto de fe



Soy el fiel reflejo del mismo que dejé de ser hace mucho tiempo. Es una lucha interminable entre lo que debería hacer y lo que camino. Son horas gastadas en presencia de su hábito más acabado y mi nostalgia setentista.

 Podría dejar de mendigar su pan, pero estaría tan abierto al asedio de mis mañanas que me convertiría en el actor principal de un derrotero inigualable.

 Hojas torpes enfrascan su cariño, me las llevo por delante sin reparos ni conciencia. Que predecible mi accionar, que forma tan trillada de ser espiritual.

 Voy a ser serio, siempre y cuando mis actitudes dejen de convalecer y ejerzan una elegante postura ante tanto cambalache. El equilibrio no me interesa, sino modular con verdadera presencia y a su lado. La línea recta es para los cobardes, los aburridos y los estigmatizados. Yo, hoy por hoy, soy de los que buscan “el mareo”.

 Hace frio, mucho frio. Un café no nos vendría mal, con palabras invisibles y significados relativos dependiendo de nuestras ganas. Una risa, una melodía y un par de palabras silenciosas.


Cambiemos nuestros nombres, mi amor. Seamos más etéreos, que el dolor puede esperar.

domingo, 27 de mayo de 2012

Sus incuestionables placeres

  Levemente, como un susurro del destino, suena Kuro.

  El fuego se eleva, como las rocas en manos limpias dispuestas a ensuciarse.

  La sal es tan imperfecta que transforma sus descuidos en una especie de belleza desordenada. La diversidad de sonidos confluye en un solo suspiro que sale de su boca. Uno solo, radiante y oscuro.

  El pelo cayendo al contacto frontal, mientras la cabeza de su alma se proyecta contra el suelo. No es cansancio ni decepción, es placer. Es la sentencia de lo eterno confluyendo con sus ojos al cerrarse.

  Las manos ásperas y resecas, como hojas que por extraña conmoción no se quiebran. Sobreviven al mandato natural porque fomentan la vida en lo pasivo del otoño. Es como pintar un cuadro con colores arrebatados en un día religiosamente gris.

  Cuando el sentido intercostal explota se paraliza el tiempo. Imaginen algo sencillo: una mujer de rodillas sobre una cama, encorvando su especie hacia atrás. No hay nadie más, solo ella y el conjunto de sepias que disfrazan la escena. En un determinado momento de quiebre el cuerpo no resiste más y explota. Pero no literalmente, sino de manera poética; es sensacional.

  Es un grito de libertad plasmado en la separación de las extremidades, partiendo desde un centro y hacia puntos con una lejanía equidistante. Un estiramiento profundo que ubica cada cosa en su lugar.  Luego el fin.

 …


  Mientras tanto, por acá, voy guardando mis alas. La marea se mueve constante, y sería bueno dejarse caer, soltar su mano y cambiar de desorden.

lunes, 21 de mayo de 2012

Solo mientras se desgarra.



Y un día se va todo a la mierda. La madera se vuelve triste y los perros no sonríen.

Dejé el papel, de pronto. Abandoné la necesidad de tapar espacios con letras, olvidé el propósito y la pasión. Libre o liberado.

Por estos días me importa muy poco si las flores se desangran o si los fantasmas te espantan como antes. Me da igual si tu cuarto es blanco o si vuela gente por encima de tu cama. Ya no me aferro tanto a tus uñas coloreadas o a tu levitación representativa”.

Sentado en un cantero. Calesita, de frente…“traicioná de una vez al dolor”.

Tonto enamorado, tonto atormentado.

martes, 8 de mayo de 2012

Todo tan frío



Salí a la calle con un pañuelo en el cuello y un resfrío que compré esta semana. Desafiante, raso e inventivo. Era un lindo día para desentrañar artilugios.

Miré mis manos y no solo llevaba una uña negra, sino también rastros de pena; palabras vacías que dije y recolecté un par de días atrás.

Acepto mis errores y mi papel en esta novela. Por eso me dirigí sensato y adulto a su encuentro.

Todas las ocasiones, en las que tengo que desviar mi verdadero proceder, me toman de payaso. Suelo desempeñarme hiperactivo y complaciente.

Un beso en la mejilla, seco e invernal por fuera. Doloroso y apenado en sus entrañas. Lo sentí.

Más tarde mis pies me llevan cerca de las letras ordenadas. En el camino se provoca un cruce, dos miradas errantes. Invierno sin abrazos, como una pulsera rosa deshilachada y abrazada por un reloj.

Al mirar por la ventana vi nubes, pero no con alegría. De hecho me angustió el gris del pincel, y yo a sus espaldas, peleando contra mis pies y mis ganas.

Nadie dijo que sería fácil, nadie dijo nada. Ese es el problema, no decir nada. Pero no por incómodo es menos real. Es tan real como su sonrisa.

El frío pasa, termina. Pero dura una eternidad cuando no hay abrigo que lo aleje, y es el caso. Solo tengo mi mejor mueca y el café.

Las palabras pueden escasear, pero siempre habrá para ella un gesto de ternura y de deseo respetuoso. 

Siempre quedarán las ganas de regalarle, todas las mañanas, un piropo disfrazado de llovizna. Aunque mi postura comunique indiferencia ella sabe que mis ojos le desean un buen día.

No deja de apenarme la distancia, el frío. A pesar de todo, siempre la miraré para darle calor.




“Los pájaros no vuelan apresurados, sino hermosos y pacientes”.



lunes, 30 de abril de 2012

Maestros del dolor


"Investigar al maestro permite comprender al alumno".

  No es sencillo imaginar a Cortázar entristecido al soltar la mano de Aurora, para contraer matrimonio con la muerte. Más difícil resulta graficar a Spinetta llorando por los rincones cuando tuvo que dejar de ver a Cristina Bustamante, su primer gran amor. La envergadura de Perón siempre evitará que lo pensemos con el corazón roto, al momento de la partida de Eva.

  Todos sufren por amor. La diferencia que espigan los más grandes artistas, de cualquier índole, es que mediante su arte trascendental abrazan al dolor con una energía diferente. Y convertir el dolor en arte es el secreto de la paz.

  Hay momentos en la vida definitivamente hermosos, pero los que realmente son fomentadores de la naturalidad humana son los dolorosos. Los escabrosos, esos en los que no encontrás respuesta válida y culpás al destino, convirtiéndote en un absoluto cobarde, como dice Ismael Serrano en su más grande obra Amores Imposibles.

  Cuando ingresás en esa habitación de recuerdos teñida por momentos imborrables, como el día que ella se sentaba en la reja delantera de una casa y vos desesperabas a las cuatro de la madrugada, es difícil salir. No sabés si correr por donde entraste o si seguir mirando las paredes para añorar lo perdido. Cerati viene por un momento, y vos ponés canciones tristes para sentirte mejor.
Seguir recordando se hace alimento de cada día. Desayunás ese cigarrillo entre risas que fumaron en la plaza; almorzás un abrazo colgando de un puente, cerca del parque; cenás besos y caricias en un futón que se robó enero. En fin, los recuerdos son nutrientes. A veces se asimilan de la mejor manera, y a veces no.

  El próximo paso es la aceptación mezclada con bronca. Dejaste la piel y más. No es aconsejable cuestionar a la vida, preguntarse ¿Porqué a mi? No es con vos, pibe. Siempre es así. La mayoría de las veces te vas a estrellar contra el sol, aunque hayas puesto de vos lo que jamás nadie puso por el otro. 

  Acá no interviene la cuestión matemática, no hay promedios ni reglas. Hay elecciones…y fuiste. O mejor dicho, no fuiste elegido. Y sería fácil poner sobre tabla la vida y sus injusticias, pero seguirías siendo un absoluto cobarde.

  El dolor es muchas veces presencial. Es más que un infortunio el tener que presenciar la causa diariamente. En mi caso me inquieto, me refugio en la altanería de cartón o me tomo una taza de café mientras espero que me pida un poco. Me comienzan a temblar las manos a media mañana y dejo salir ese estúpido orgullo que tan mal se lleva conmigo. Hay momentos en los que te desconocés por completo.

  Al final del dolor buscás una respuesta interna, el saber porque mierda te duelen tanto las peripecias de la vida. Algunos encuentran respuestas y otros no las encuentran porque las buscan en los demás. Yo soy de esos, de los últimos, de los que dejan para el ocaso la propia comprensión. Consigo algunos resultados cuando me siento a pensar, pero generalmente son malos para la normalidad social. Simplemente me termino de enterar de que le doy un gran protagonismo a la autodestrucción. Y creanmé, es absolutamente involuntario.

  Volviendo al principio, sin ánimos de compararme con los grandes artistas de la cultura popular, me refugio en la exploración de las cualidades innatas que se alojan dentro mío. No me pregunten por qué, pero salen en su totalidad cuando algo se rompe en mi pecho. Y ahí escribo. Es ese el momento en el que mejor me desenvuelvo con la palabra. Algo tan satisfactorio como la escritura, poética o como puta quieran llamarlo, sale de algo tan detestable como el amor incompleto.

  Todos conocemos el sufrimiento, donde nos diferenciamos es en dejarlos ir o en convertirlos en una flor.

  El dolor también me ayuda a entender que, como decía Marcel Proust, “solo amamos aquello en que buscamos algo inasequible”.




miércoles, 25 de abril de 2012

Verdad


 La garganta irritada…será de tanto fumar. Pero los ojos a medio levante no son por el pucho, sino que se están cerrando como mi corazón. Hoy es el día más frío del año, mis pies descalzos me lo confirman y tu voz irreconocible también.

 Me tiemblan mucho las manos, me está costando respirar. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan débil. Hoy no me levantan ni el café ni el Madrid.

 Me froto la cara en señal de “no sé que mierda”. Es que estoy desahuciado por los muchos placeres que dejo sin convertir. Se quedan en el camino palabras y reuniones, trasnoches y abrazos. Es la historia del otoño, la de todos los otoños azulados.

 Esto no es para mí, me equivoqué de partido. No me gustan las patadas imprevistas, tampoco caminar con los cordones desatados. Y no puedo cambiar eso de esperar lo inobjetable, por más que lo intento caigo en el mismo hueco.

 Parece que es un poco prematuro ponerse a escribir, a pesar de que las cosas salen mejor cuando están lastimadas. Claro, todavía veo el rojo del asunto.

El sombrero me lo tengo que poner igual; dejé la piel, la saliva y el estilo.

 Sé que tengo resto y libertad, pero paradójicamente siempre buscamos el rayo de luz más oscuro. En la rendija más lejana y mugrienta, indagamos con ojo de gato para saber si somos más o menos valientes. 
Nunca, pero nunca, dejamos librado al azar el hecho de la paz emocional.

 Lo acepto, me gusta el humo blanco pero más el circular del cigarrillo, el que no tiene principio ni fin, de consistencia firme y con igual presencia de dudas. Amo los problemas y las negaciones, quiero más a los dolores que a los cantos alegres. Disfruto de la felicidad pero vivo buscando el suelo. Tal vez porque ahí se puede plantar.

Suerte que hay cuerdas, suerte que hay amigos.

Suerte que casi es mayo, y pronto llega el invierno.

lunes, 16 de abril de 2012

Lo infeccioso de tu amor


Lo incongruente de tu risa.

Lo impecable de tus labios.

La caricia de tu llanto.

Lo sarcástico de tu pelo.

Lo gastado de tus deseos.

Lo creíble de tus ganas.

El sonido de tus tobillos.

Lo tortuoso de tu encanto.

Los colores de tu vientre.

Lo profundo de tu espalda.

Lo invencible de tus ideas.

El pecado de tus abrazos.

Lo instantáneo de tus mañanas.

Lo dudoso de tus miradas.

El infortunio de tus vicios.

Lo sagrado de tu locura.

La perfidia de tus paseos.

La sequía de tus lluvias.

El trasfondo de tu arte.

Las semillas de tus noches.

El lunar de tu ternura.

El perdón de tus palabras.

Lo promiscuo de tus tardes.

La mueca de lo cotidiano.

La sinfonía de tus pulseras.

Lo liviano de tu caminar.

La renguera de tu reloj.

Lo cálido de tus cuentos.

La poesía de tus idas y vueltas.

Lo relativo de tu odio.

Lo sabroso del rencuentro.

Lo sincero de tu cariño.

Lo infeccioso de tu amor.


domingo, 8 de abril de 2012

Si los hombres fueran hojas



Si los hombres fueran hojas enfrentarían sus miedos. Caerían desde lo alto, sin conquistas ni tristezas. Danzarían dolorosamente por colchones de aire llenos de semillas y legumbres.

Si los hombres fueran hojas atarían tu cabello, resquebrajando lo agrio de tus mentiras y lo solemne de tus mejillas.

Si los hombres fueran hojas no perderían el centro. Pretenderían tus sabanas aunque el calor de enero sofoque sus peripecias.

Si los hombres fueran hojas tu llanto no dormiría. Serías reina en la abadía y esclava de mis caricias.

Si los hombres fueran hojas comprarían tres caminos. El primero desolado, solo con piedras que te alimenten; el segundo avejentado, sin cigarrillos ni silencios; el tercero amedrentado, con tus pies y tu barriga.

Si los hombres fueran hojas, la luz no sería tan tenue. Pulularían los amores, no las torpezas de tu insomnio.

Si los hombres fueran hojas te arriesgarías al tormento.

Si los hombres fueran hojas hervirían los inviernos. Las flores egoístas; los pájaros empapados.

Si los hombres fueran hojas, mi cara valdría su peso en suspiros. Ni bocetos, ni llamadas. Preponderancia del ser y su valentía.

Si los hombres fueran hojas viviríamos diciembre. Menos palabras, más diálogo.

Si los hombres fueran hojas, inconsciencia total. Miles de chocolates, pero noches apedreándome con los fantasmas que dejan los sábados por la tarde.

Si los hombres fueran hojas me colaría en tu ventana, compartiendo tu almohada y arriesgando mi cabeza.

lunes, 2 de abril de 2012

Abrilismo


Casi se va la tarde. El sol, sin permiso, se contractura para invadir las rendijas de la persiana. Pero lo más llamativo es que no trae calor. Si viene con sutilezas y cumplidos dudosos, pero no con calor.

Hace mucho tiempo que no visito ese lugar. Quizá la encuentre entre los escombros, quizá ya limpiaron absolutamente todo registro de pulso cardíaco. Tendré que viajar y recordar el mapa, buscar referencias y abrir bien los ojos. Aunque, como dice un madrileño, “pensándolo bien me conformo con menos”.

A veces pienso que debería comprar calmantes que reposen en mi mesa de luz. Color cobre, dinámicos y dóciles. Pero como todo ansiolítico la factura es venenosa. No hay luz sin noche. No hay trenes sin cobardes. No hay poesía sin egoísmo.

La semana saluda con dos dedos elevados. Hambrienta y desesperada.

Suena “Dogs”. Caen tus anillos. Aprovechar este concepto artístico-emocional es un camino, reventarse es otro. Silencio, no perdamos el control.

Me imagino acorralado, entre árboles que se desvisten sin intensiones de liberar mis pensamientos. Un cigarrillo humedecido, una postal de los últimos tres o cuatro años. Sobre mis piernas el papel, sobre las tuyas…vaya uno a saber qué.

Se guardan los pájaros y el canto es esporádico. Se pueden levantar piedras y llenarse de pecados.

Me consta, el abrazarte en otoño es sinónimo de rebeldía. Los juegos del tacto, hojas mojadas por la secuencia interminable de tu boca contra el viento.

Vagos reflejos, ojos cansados (cada día más). La tentación está en la pulpa, la cáscara es solamente la auto-represión emocional.

El cuello se libera cuando comprende que el movimiento radial no es sinónimo de sublevación. En cambio, los pies se liberan cuando aprenden a correr, sin miedo a olvidar.

Que el pelo te cubra la nariz, lo demás es prescindible.



miércoles, 28 de marzo de 2012

Mareado, serpentinas


Al día de hoy la pared de mi habitación se viste más blanca que mis recuerdos. La cama a mi izquierda y tu foto dándome la espalda.

Por estos campos hace mucho frío, es la maldita antesala a las cortas visitas del inmaculado sol. Las noches son tan negras que se mezclan con tus pupilas…eso sí, tus pestañas resaltan con el café de las nueve.

Tanto diario, banqueta y populismo; tantas horas sin robarte algo, un paseo, una sonrisa, un huracán.

Prendo el calefón y saludo al cenicero. Monedas… ¿Dónde carajo dejé las monedas? Vaya uno a saber. En el ínterin de comenzar una contienda sangrienta, con un amanecer de mierda, recuerdo cuando me dijo “amo a coiffeur en la mañana”. Entonces me dispongo a recordarla, al son de “…vayámonos de casa, donde nadie nos busque…” Es que, aunque lo quiera o no, ella siempre es un “buen día con canciones”.

Tardo poco. Escaleras, la cara bien dura y empiezo a firmar todas las paredes posibles. Las del frente, las de abajo, las del baño, los cristales…creo que solo queda su frente. No importa, sino los ve es porque no quiere…porque no me quiere.

La tarde es larga como “la cantata”, pero no tan bella. Quizás es porque hoy te ausentaste en la “clase de risas”.

Se me escapan las manos, les hace falta un calendario.

Al verte lo recuerdo. Tu jean está roto, deberíamos dejar de fumar. Pero está flotando la lluvia. Es que este amor es tan cliché.

No importa el color del piso, deberíamos correr por la cornisa y comprarnos un millón de caramelos. 
Rojos y anaranjados, como los que vi pegados en la pecera. Ahora que lo pienso, vos también los viste. Es más, los oliste, tocaste, oíste, soñaste, puteaste y amaste. Bueno, todo esto si grafico tu mordida.

Nada es gratis…solo dar y darse.                                            





miércoles, 21 de marzo de 2012

Un vaivén


Rey de colores, de hojas muertas que se quiebran…como yo.

Mientras tanto el verano, que rápidamente se enchufa las alas, se va a gritar a otra parte, lejos de la calma de tus ojos. Es cobarde, y se refugia en el frio que trae el viento, asomando sus piernas disfrazadas de otoño.

Luz tardía y millones de preguntas sin hacer, dan vuelta mis esquemas mientras levanto el amarillo de los árboles, recostado en la calle…ahí, cerca de donde cruzan los amores.

Los faroles trabajan más temprano que ayer, recorriendo cada centímetro en el que el sol deje un beso de montaña.

Ofuscados, los pañuelos se despiden de la comodidad que les ofreció el ropero. Vuelven a intoxicarse con perfumes de canela, puentes colgantes, serpientes y sales celestiales. Y como si fuera poco, recuerdan el dolor provocado por tus uñas coloradas, arrancando de cuajo cada uno de sus hilos…cada una de sus risas.

Por encima de mis rodillas un corte horizontal determina la muerte de mi abrigo. Negro, ajustado, malcriado pero tranquilo. No hay sombrero que me cubra de tus locuras, ni sabana me prohíba acariciar tus pies.

Un piano del año 2003 me pide que “saque los cuchillos”. ¿Qué me vaya? ¿Qué me quede? ¿Qué te mate? No sé bien que quiere, pero está tan seguro de lo que desea que no se atreve a desafinar. Quizá simplemente me esté enseñando eso de “encontrar lo que uno busca”, y compara su melodía sin fisuras con mi constante desparramo.

Destemplado, arriba del colectivo, me pregunto si disfrazarme de pingüino servirá para tapar la nieve que sale de tu boca.

Una hoja que resbala varios metros hasta mi ventana. Me viene a traer un reclamo. Dice que si no salgo a respirar las notas del aire se olvida de mí. Me deja, se va con otro año, se quiebra, pierde el color, se ríe y luego vuelve a revolver su café, lentamente, de derecha a izquierda, de rojo a cielo.

Se acercan las noches de whisky, tabaco y gorros de grandes lazos mareados. El frio es sinónimo de sensaciones, dolorosas algunas, imperdibles otras. Ojos bien bajos para no perder claridad, para enfocar tus pestañas y hacerles saber que acá estoy, sin guantes ni "asesinos de lluvia"...con abrazos de sobra.

"Donde pernoctan nuestros colores"





jueves, 15 de marzo de 2012

No ha muerto la poesía



Han muerto los niños que beben agua de las acequias.

Han muerto los pájaros cantores que con su regocijo hacían brillar el alma.

Han muerto los árboles ancianos, de perfume amarillo y zancadas largas.

Han muerto tus piernas, enredadas entre mis miedos y mi caballerosidad.

Han muerto las alturas, de montaña o ultramar.

Ha muerto la canela…que se van con las gerberas, esas que algún otoño volverán.

Ha muerto el agua mojando tu boca, mientras tus pies derrochan liberación.

Han muerto las fotografías, dejando el papel para pobres escritores.

Han muerto los hombres simples, que esperaban a las mujeres, portando un café espumado y los dedos 
bien separados (para entrelazar amor y energía).

Han muerto los interrogantes, los misterios que escondes bajo tus senos.

Han muerto las personas que enarbolan ideales, corriendo sin tiempo.

Ha muerto el despertar en tus mejillas, los míseros recuerdos de un almohadón “azul enero”.

Ha muerto el claro oscuro…el de los hermanos.

Han muerto las brazas tibias. Empatía entre la tierra y la carne.

Han muerto las libertades: de soltar un globo, de beber tu gracia, de alegrar las plazas...

Ha muerto lo clásico de la música, el sentido de “ser canción”.

Han muerto las plumas del zorzal, que secaban las lágrimas de tus ojos negros (…me quieren mirar).

Ha muerto la explosión de color en tu pincel. Tanta pérgola enviudando y yo cinéfilo.

Han muerto los acordes de la gente que desfilaba sonrisas, hoy las caras son de piedra y las manos de ceniza.

Han muerto los amantes, del teatro en blanco y negro…del danzar al son del sol.

No ha muerto la poesía, solo escasean los cojones a la hora de ser felices.



“A la vera de tu espalda sigo escribiendo en las noches, aconsejado por cada gota de lluvia.
Más amor, menos paraguas.”






jueves, 8 de marzo de 2012

Tu nariz contra la mía


Lucha, contienda y tiradera.

Vale la pena malgastar la salud en amor y sueños miles, esos de escribir  un cuerpo o pintar el pasto. Por lo menos cuando te tengo acurrucada.

Tirar la toalla cuando no hay donde dejarla es provocar una avalancha en el cerro del Olimpo. Es dibujar una fractura entre tus párpados caídos.

Y la ciudad se pone lenta, adoquinada y morena, por falta de luz y besos. Pero ya van a despertar, quizás es muy temprano.

No importa la pérdida de ubicación, si de todos modos vamos. Por ahí, por acá o por allá, es lo mismo si me lleva tu vaivén descaminado.

Adicciones tengo muchas, insalubres la mayoría…pero la de las plazas es la más grave. Cuadradas, con curvas, deshabitadas o frondosas. Me dan exactamente igual, aunque prefiero el banco de “Los Ángeles”, el de la primera vez.  Otros nos dan incomodidad asegurada, pero también resguardo nocturno totalmente enemistado con la soledad.

“Las despedidas son”…que oportuno Carlos, como me cuida y me acompaña. Nadie me creería la veracidad de la ubicación simultánea de tiempo y espacio entre este pedazo de poesía y la guitarra “engualichada” de Skay. Bueno, los mejores amigos están cuando uno más los necesita, aunque a veces de manera indirecta. “Debe ser chaparrón, pero también tormenta…gualicho de olvidar”.

Un poco de azúcar color barro, otro poco de fútbol y una pizca de caricias.

El papel llegó después de un intenso mareo. Mis dudas no dejaron de empujar la calesita, hasta que escucharon lo gracioso y exacta que fue la pluma. A veces los miedos y los impulsos hacen las paces en la mesa del sentimentalismo.

Vas al aire, vas alto colgada de mi cuello. Vas más cerca del suelo marcando mi espalda cuando quiero pisar una botella. Vas por las sombras corriendo sin prisa. Vas al odio cuando tus cosquillas me prohíben tus rodillas. Vas al amor cuando llegamos a la esquina. Vas.