martes, 5 de junio de 2012

Salto de fe



Soy el fiel reflejo del mismo que dejé de ser hace mucho tiempo. Es una lucha interminable entre lo que debería hacer y lo que camino. Son horas gastadas en presencia de su hábito más acabado y mi nostalgia setentista.

 Podría dejar de mendigar su pan, pero estaría tan abierto al asedio de mis mañanas que me convertiría en el actor principal de un derrotero inigualable.

 Hojas torpes enfrascan su cariño, me las llevo por delante sin reparos ni conciencia. Que predecible mi accionar, que forma tan trillada de ser espiritual.

 Voy a ser serio, siempre y cuando mis actitudes dejen de convalecer y ejerzan una elegante postura ante tanto cambalache. El equilibrio no me interesa, sino modular con verdadera presencia y a su lado. La línea recta es para los cobardes, los aburridos y los estigmatizados. Yo, hoy por hoy, soy de los que buscan “el mareo”.

 Hace frio, mucho frio. Un café no nos vendría mal, con palabras invisibles y significados relativos dependiendo de nuestras ganas. Una risa, una melodía y un par de palabras silenciosas.


Cambiemos nuestros nombres, mi amor. Seamos más etéreos, que el dolor puede esperar.

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