lunes, 2 de abril de 2012

Abrilismo


Casi se va la tarde. El sol, sin permiso, se contractura para invadir las rendijas de la persiana. Pero lo más llamativo es que no trae calor. Si viene con sutilezas y cumplidos dudosos, pero no con calor.

Hace mucho tiempo que no visito ese lugar. Quizá la encuentre entre los escombros, quizá ya limpiaron absolutamente todo registro de pulso cardíaco. Tendré que viajar y recordar el mapa, buscar referencias y abrir bien los ojos. Aunque, como dice un madrileño, “pensándolo bien me conformo con menos”.

A veces pienso que debería comprar calmantes que reposen en mi mesa de luz. Color cobre, dinámicos y dóciles. Pero como todo ansiolítico la factura es venenosa. No hay luz sin noche. No hay trenes sin cobardes. No hay poesía sin egoísmo.

La semana saluda con dos dedos elevados. Hambrienta y desesperada.

Suena “Dogs”. Caen tus anillos. Aprovechar este concepto artístico-emocional es un camino, reventarse es otro. Silencio, no perdamos el control.

Me imagino acorralado, entre árboles que se desvisten sin intensiones de liberar mis pensamientos. Un cigarrillo humedecido, una postal de los últimos tres o cuatro años. Sobre mis piernas el papel, sobre las tuyas…vaya uno a saber qué.

Se guardan los pájaros y el canto es esporádico. Se pueden levantar piedras y llenarse de pecados.

Me consta, el abrazarte en otoño es sinónimo de rebeldía. Los juegos del tacto, hojas mojadas por la secuencia interminable de tu boca contra el viento.

Vagos reflejos, ojos cansados (cada día más). La tentación está en la pulpa, la cáscara es solamente la auto-represión emocional.

El cuello se libera cuando comprende que el movimiento radial no es sinónimo de sublevación. En cambio, los pies se liberan cuando aprenden a correr, sin miedo a olvidar.

Que el pelo te cubra la nariz, lo demás es prescindible.



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