miércoles, 25 de abril de 2012

Verdad


 La garganta irritada…será de tanto fumar. Pero los ojos a medio levante no son por el pucho, sino que se están cerrando como mi corazón. Hoy es el día más frío del año, mis pies descalzos me lo confirman y tu voz irreconocible también.

 Me tiemblan mucho las manos, me está costando respirar. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan débil. Hoy no me levantan ni el café ni el Madrid.

 Me froto la cara en señal de “no sé que mierda”. Es que estoy desahuciado por los muchos placeres que dejo sin convertir. Se quedan en el camino palabras y reuniones, trasnoches y abrazos. Es la historia del otoño, la de todos los otoños azulados.

 Esto no es para mí, me equivoqué de partido. No me gustan las patadas imprevistas, tampoco caminar con los cordones desatados. Y no puedo cambiar eso de esperar lo inobjetable, por más que lo intento caigo en el mismo hueco.

 Parece que es un poco prematuro ponerse a escribir, a pesar de que las cosas salen mejor cuando están lastimadas. Claro, todavía veo el rojo del asunto.

El sombrero me lo tengo que poner igual; dejé la piel, la saliva y el estilo.

 Sé que tengo resto y libertad, pero paradójicamente siempre buscamos el rayo de luz más oscuro. En la rendija más lejana y mugrienta, indagamos con ojo de gato para saber si somos más o menos valientes. 
Nunca, pero nunca, dejamos librado al azar el hecho de la paz emocional.

 Lo acepto, me gusta el humo blanco pero más el circular del cigarrillo, el que no tiene principio ni fin, de consistencia firme y con igual presencia de dudas. Amo los problemas y las negaciones, quiero más a los dolores que a los cantos alegres. Disfruto de la felicidad pero vivo buscando el suelo. Tal vez porque ahí se puede plantar.

Suerte que hay cuerdas, suerte que hay amigos.

Suerte que casi es mayo, y pronto llega el invierno.

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