jueves, 2 de febrero de 2012

Sol risa

Detrás de sol hay muchas sonrisas. Algunas sofocadas de tantos reproches familiares, otras un poco más resueltas.


Lo importantes es no perecer frente al resplandor de sus alas, en el momento que salimos a buscarlas. No hay que olvidarse que están muy cerca del sol.

Dentro de la totalidad podemos ver sonrisas de néctar, que son algo así como tomar zumo de zanahoria y remolacha, un día caluroso de verano.

También se presentan esas muecas desinhibidas de culpa, que te miran por detrás y a su vez no te escuchan jamás.

Al mirar al horizonte más recóndito de los brazos del sol, es factible divisar sonrisas de labios finos, medio dormidas y sin flores en su haber.

Enojadas, algunas. Pisando el límite del mar, ya que si se presentan nefastas dejarían de ser sonrisas.

Pero yo les puedo contar de las mejor de todas, aunque dudo que encuentren alguna en el patio del sol. Lamentablemente, para ustedes, me llevé la última. Pero por pura casualidad, desencadenada por mi ego y una gran ceguera de solidaridad, algo les voy contar.

¿Tienen presente la sensación que produce en la piel el golpe de una gota de lluvia, en una casa de árboles? Algo así se siente cuando los pómulos toman dirección oblicua, y arrancan los labios de su sedentarismo.

Más tarde saluda un pequeño estruendo, perceptible únicamente por los ojos enamorados, y es producido por el divorcio vertical de los labios. Un símbolo de sacrificio, en pos de entregar el alma.

Se dejan entrever blancos profundos, dientes gesticulando el hambre de lo interior. Una representación magnífica de la simetría.

La lengua se asoma tímida, como quien viene detrás de un compendio musical. Pero su presencia es el baluarte de la diferencia de estilos. Propone la curvatura propia del corazón, en tierra rígida. Es la expresión más adolescente, llena de vida, de este fenómeno tan peculiar.

Luego, diagramado lo arquitectónico del caso, se detiene la correa. Todo para su marcha. Aquí nuestros ojos toman la posta, y generan una imagen mental que perdurará hasta el próximo viaje hacia la primavera de su boca.

Levanto la cabeza, miro sus ojos de crema, respondo complaciente, respiro, tomo coraje y la beso. O no. Es anecdótico, lo bello está precedentemente hecho por ella. Todo depende de lo lujurioso del momento en que nuestro orgullo esté parado.

Al son de nuestra picardía esta mujer me regala risas.
  


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