Vale la pena malgastar la salud en amor y sueños miles, esos
de escribir un cuerpo o pintar el pasto.
Por lo menos cuando te tengo acurrucada.
Tirar la toalla cuando no hay donde dejarla es provocar una
avalancha en el cerro del Olimpo. Es dibujar una fractura entre tus párpados
caídos.
Y la ciudad se pone lenta, adoquinada y morena, por falta de
luz y besos. Pero ya van a despertar, quizás es muy temprano.
No importa la pérdida de ubicación, si de todos modos vamos.
Por ahí, por acá o por allá, es lo mismo si me lleva tu vaivén descaminado.
Adicciones tengo muchas, insalubres la mayoría…pero la de
las plazas es la más grave. Cuadradas, con curvas, deshabitadas o frondosas. Me
dan exactamente igual, aunque prefiero el banco de “Los Ángeles”, el de la
primera vez. Otros nos dan incomodidad
asegurada, pero también resguardo nocturno totalmente enemistado con la
soledad.
“Las despedidas son”…que oportuno Carlos, como me cuida y me
acompaña. Nadie me creería la veracidad de la ubicación simultánea de tiempo y espacio
entre este pedazo de poesía y la guitarra “engualichada” de Skay. Bueno, los
mejores amigos están cuando uno más los necesita, aunque a veces de manera
indirecta. “Debe ser chaparrón, pero también tormenta…gualicho de olvidar”.
Un poco de azúcar color barro, otro poco de fútbol y una
pizca de caricias.
El papel llegó después de un intenso mareo. Mis dudas no
dejaron de empujar la calesita, hasta que escucharon lo gracioso y exacta que fue
la pluma. A veces los miedos y los impulsos hacen las paces en la mesa del
sentimentalismo.
Vas al aire, vas alto colgada de mi cuello. Vas más cerca
del suelo marcando mi espalda cuando quiero pisar una botella. Vas por las
sombras corriendo sin prisa. Vas al odio cuando tus cosquillas me prohíben tus
rodillas. Vas al amor cuando llegamos a la esquina. Vas.
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